viernes, 31 de marzo de 2023

EL HUMANISMO ENTRÓPICO (Sinopsis) (Índice)








Tan inmenso es el logro tecnológico, científico y cognoscitivo que ostenta la actual generación humana, que luce minúsculo ante el panorama inmensurable que proyecta al porvenir. De allí la angustia, el desasosiego, el desarraigo, el extravío y el desatino existencial que caracteriza a la sociedad contemporánea; ante la incapacidad de asumir el replanteamiento existencial radical que esta encrucijada evolutiva le exige, aferrada a una concepción de la realidad y del mundo escapándosele de las manos, que le impera el cambio para preservar el fundamento de su existir.

Pero también de allí el despliegue extraordinario de posibilidades evolutivas, como nunca jamás tan ciertas ni tan posibles,   que desde sus justas, sensatas y pertinentes definiciones  y elecciones, le significan  al ser humano su mayor responsabilidad existencial y la más grande prueba a  su racionalidad y espiritualidad.

Por ello la intención del Humanismo Entrópico: Resustanciar la sociedad , el Estado  y sus instituciones, desde el reencuentro con el ser humano,  la reconciliación con la moral y la espiritualidad, la integración al habitad del universo que los posibilita  y el sometimiento a las leyes naturales que los determinan; como los Derechos Humanos, que llaman a la reconfiguración radical de las estructuras sociales, jurídicas y económicas, reflexionadas, en original enfoque, en función del proceso entrópico que estructura y desestructura al universo en su probabilística maravillosa de posibilidades infinitas,  configurables y determinables, en virtud racional y espiritual humana, hacia una más justa, eficiente y plena coexistencia social.

En fin, no se trata de ideología, ni doctrina, ni manual de preceptos políticos, ni propuestas fabulosas, ni oferta engañosa de logros políticos presuntuosos; sino simplemente de reflexiones críticas realistas, y por ello trascendentes e irrestrictamente honestas,  en pretensión del razonamiento justo y la acción  eficiente hacia la convivencia social  en  la plenitud evolutivamente posible.



ÍNDICE

Nota Previa del Autor

El Universo

La Espiritualidad

El Conocimiento 

La Libertad 

La Sociedad 

La Justicia

La Igualdad 

 El Derecho 

Los Derechos Humanos 

El Estado

La Economía  

La Constitución

La Propiedad 

Carlos Marx. Champollion de la Economía  

Entre el Capitalismo y el Marxismo 

Revolución Del Estado   

La Eficacia 

Evolución Social ¿Entrópica o Dialéctica? 

Moral Y Ética    

La tecnología

Desde Maquiavelo hasta el Humanismo Entrópico    

¿Individualismo, Colectivismo o Humanismo?

El Camino Hacia La Sociedad Humanista  


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El HUMANISMO ENTRÓPICO

 NOTA PREVIA DEL AUTOR

Toda obra o creación humana es la expresión sinérgica de conocimientos, saberes, creencias, valores, experiencias, acciones y reacciones, motorizados por la razón, la pasión y la espiritualidad hacia un desarrollo que discurre momentos y etapas que en su conjunto resultan necesariamente en algo distinto del propósito inicial. Porque las mismas complejidades de los elementos que la determinan dotan a cada obra de una cualidad esencial a su autenticidad y cualidad expresiva: la insatisfacción; es decir, la imposibilidad de alcanzar la plena manifestación intelectual y espiritual. Luego entonces, toda obra será siempre un producto incompleto y cualquier acción que la pretenda será quehacer permanente y búsqueda constante.

Es así como la intención de originalidad en el contenido contextual y el sostenimiento de la hilaridad conceptual despejaron los senderos hacia el propósito de establecer algunos criterios con el fin de concientizar respecto del nuevo paradigma que se vislumbra en los albores de este milenio y que se caracteriza por el búsqueda del encuentro espiritual del ser humano consigo mismo, con la sociedad, con la naturaleza y con el universo; lo que resultó, sin pretenderse de esa forma y planteado en esta edición, en un enfoque existencial desde lo que ha resultado en llamarse  Humanismo Entrópico, o el intento de volver al ser humano en inicio y fin de la acción social, desde una actitud existencialmente más humilde, cierta y eficaz hacia la definición sensata y justa de la fabulosa amplitud de expresiones y posibilidades evolutivas que la probabilística le despliega, asumiéndose, no contradictoriamente como un producto evolutivamente terminado y, por tanto, con expresiones individuales y sociales defectuosas a desechar; ni como un ser inconcluso desviviendo en la miseria de lo que no es, tras una perfección que, por miserable, jamás podrá ser; sino como una hechura evolutiva actualmente plena y siempre incompleta, de la cual él participa con sus aciertos, errores, virtudes, vicios, valores, antivalores, cuyo saldo existencial cualifica los dones maravillosos que lo privilegian: la racionalidad, la conciencia moral y la espiritualidad; desde un propósito vivencial holístico y sinérgico de eficiencia; y en una perspectiva de justicia, igualdad, libertad, pacificidad y felicidad; hacia un punto de fuga de coexistencia social, clareado por los Derechos Humanos. 

De manera que el resultado ha sido básicamente la concreción del intento reflexivo iniciado desde la libreta de notas Web, desarrollado en un pensamiento continuado soportado en sí mismo y sin buscar explicaciones ni justificaciones externas. Constituyendo, más que la manifestación meramente formal de conceptos, la expresión de un acto muy íntimo de fe, de creencia firme acerca de nuestras cualidades ontológicas y axiológicas.

Conformados estos textos en su formato general en un par de días, su desarrollo intermitente y consecuente hasta su publicación y aun en las correcciones posteriores, como las de esta edición, ha consistido en el intento de traducirlos desde la visión y experiencia existencial que manifiestan, con la mayor fidelidad y coherencia posibles. Por ello se hilan como un relato continuado intimo hacia las consciencias, como una pretensión reflexiva gestada desde aquel púber que escudriñaba la tan extraña palabra “usucapión” en el grueso tomo de enciclopedia, descubriendo así el misterioso y a la vez cercanísimo mundo del Derecho; luego, ya como estudiante de leyes, desde las lecciones de cátedra, desde aquella cinta de papel fijada a lo largo de la pared, en la que registraba cada día alguna nota aprendida del evolucionar del Derecho en la Roma nodriza, bajo la luz maravillosa de la racionalidad helena; y desde el aprendizaje, experiencias y reflexiones del puro y llano vivir. Desde todo ello, los cuestionamientos y el espíritu crítico fueron replanteando ese derecho romanista hacia una visión, o mejor dicho, desde una “intuición” humanista de lo jurídico; que progresivamente ha venido reconceptualizando y entrelazando la justicia, la libertad, la igualdad, la moral, la sociedad, el Estado, el Derecho Natural y los Derechos Humanos hacia el propósito holístico que se configura en estos textos como el Humanismo Entrópico. Por lo tanto, lejos de su pretensión está ser considerados criterios ciertos y mucho menos definitivos, pero sí el constituirse de alguna forma en acción racional y espiritual en procura del eterno camino de dar sosiego a nuestras incertidumbres existenciales. 

Por eso en cada página se desbroza la intención, el libérrimo propósito de coadyuvar en la creación de sinapsis que orienten la conciencia y voluntad hacia la mejor comprensión de nuestras cualidades humanas y nuestros fines, en cuanto entes inmersos en un orden universal. Entendiendo siempre que el conocimiento por conocimiento es infértil y solamente útil para las telarañas, pues todo saber debe gestar ideas y criterios que en su conjunto y contexto configuren una visión y planteamientos sinérgicos, cuya implementación tiene sentido si se considera en toda su amplitud y significado en beneficio del ser humano. 

En tal sentido es absurda la disyuntiva entre la ciencia que se proclama movida únicamente por la curiosidad y la religión que encalla al borde de un océano de fe, por cuanto en definitiva ambas evidencian caminos complementarios hacia el mismo horizonte existencial. Lo único es que la ciencia, aun sin quererlo, “descubre” a Dios tropezando racionalmente con su maravillosa obra; mientras la religión, teniendo consciencia de Dios, de hecho reniega de él, al limitarlo a un ideal “interesado” y no plantearlo ni aceptarlo desde la hermosa plenitud de su expresión universal. La religión ha tratado de acallar la ciencia y la ciencia no cesa en sus vanos esfuerzos de aniquilar a Dios; sin entender una, que así cierra la ventana hacia la verdad, y la otra, que de esa forma niega la primera y auténtica certeza, niega al ser humano y reniega de la cualidad más maravillosa que puede tener el universo: la espiritualidad. Paradójicamente los tropiezos racionales de la ciencia han ido reafirmando el sustento espiritual auténtico de la religión, mientras que la fe ha impedido que el ser humano perezca a causa de su soberbia y prepotencia racionalista. 

En nuestro mundo globalizado todo está dicho y a la vez hemos dicho tan poco; estamos altamente evolucionados pero hemos evolucionado casi nada. En cuanto a la configuración de nuestras redes neuronales, entre Nerón y nosotros evolutivamente no hay distancia, ni entre los inquisidores, ni entre Hitler, ni entre Stalin. 

Craso error es creernos nuestra ilusión evolutiva, a cada realidad histórica nos sentimos en el cenit de la evolución, cuando en verdad avanzamos sí, pero muy poco en relación con el potencial que intuimos. El problema es cómo medimos la evolución, o mejor dicho, cómo la vivimos. Porque nos sumergimos tan alienadamente en un mundo de refinamientos, de pretensiones y prepotencias tecnológicas e intelectuales, que nos olvidamos de nuestra humanidad. 

Es que simplemente seguimos teniendo la columna vertebral de la serpiente con la cual compartimos los mismos instintos; por una razón muy sencilla, somos seres evolutivos, es decir, biológicamente estamos construidos sobre primitivismos. Cuánto nos cuesta aceptarlo. 

A la fuerza de la evidencia hemos ido corriendo hasta algo más de medio millón de años nuestro “debut” en la evolución, estableciéndola como la fecha tope para el “nosotros”, olvidando los millones de años de evolución como homínido pensante. Cuánto nos cuesta aceptar a la pequeña “Lucy” como nuestra querida “abuelita”. 

El salto evolutivo hacia el ser pensante, capaz de tener conciencia y espiritualidad, no tiene parangón y está muy por encima de la especificidades de una especie como la nuestra, que a lo mejor por azar evolutivo es la única, ni tampoco hubo de haber sido la mejor, simplemente aquí estamos, privilegiándonos del monopolio fortuito de una facultad sublime que a veces nos pesa tanto, cuajada durante los millones de años que necesariamente deben comprender el “nosotros” amplio, lógico y justo, enunciando principios, fines, valores y derechos e instituciones naturales, derribando definitivamente los diques conceptuales que nos impiden acceder a la igualdad en su pleno y sublime significado, y también asentándonos evolutivamente, es decir, tomando consciencia de dónde venimos, qué somos, donde estamos y hacia dónde vamos. 

Si no nos extinguimos antes, en un millón de años existirán otros humanos radicalmente diferentes y seguramente para ellos seremos simplemente seres primitivos que hacían “pininos” en ciencia y tecnología; pero su existir mañana necesariamente habrá pasado por nosotros hoy, como todos hemos pasado por aquel torpe homínido que una vez alzó sus manos al cielo tratando de conocerse a sí mismo, queriendo comprender el universo, pretendiendo alcanzar a Dios. 

El presente es el pasado potenciando nuestra realidad y el futuro es la proyección del presente, luego entonces, el ser humano es predecible en sus acciones y reacciones primarias, y por ello, con la posibilidad de sensatez histórica, es decir, de creer y tener fe en la potencialidad de sus virtudes, pero también, de saberse portador de vicios y antivalores que lo acechan a cada recodo de su existencialidad. 

El problema está en la ilusión evolutiva que nos disocia de la realidad y nos lleva a considerar coyunturas los hechos y acontecimientos históricos de horror y maldad, cuando en realidad constituyen expresiones genuinas de nuestro “ser humano”, y por eso susceptibles de aflorar en todo momento. 

Es que los Nerón y los Hitler y los Stalin continúan entre nosotros; los mismos imperios, el mismo racismo, la misma xenofobia, la misma crueldad, el mismo desprecio por el ser humano. Continuamos presos de nuestro primitivo egoísmo camuflado de refinamientos y usufructuado por teorías políticas y económicas. 

Pero también Gandhi, San Francisco, Luther King, Lincoln y Bolívar están con nosotros en sus ejemplos de vida, de lucha y de fortaleza ética. Y principalmente Jesús continúa vigente con su mensaje redentor. Esa es precisamente la buena nueva perenne de la actualidad humana: la posibilidad de ser mejores, de poder traslapar nuestros primitivismos y atavismos con principios y valores que legitimen la racionalidad y justifiquen nuestra espiritualidad. Siendo ello la fuerza generatriz del propósito de estas reflexiones, autenticar nuestra existencia desde esos principios y valores, buscando hacerla más plena y trascendental. 

Así pues, no pretenden estas notas establecer ni determinar dogmáticamente nada, pues contradeciría el mismo espíritu crítico que las originó, además, el culto es para los templos. Por eso, estos textos no comienzan desde respuestas sino desde interrogantes, dentro de la intención honesta, el compromiso ético con la verdad y el profundísimo respeto por los criterios que contrasta. 

El espíritu crítico, en su búsqueda de respuestas pertinentes a la verdad, se constituye en posibilidad y potencialidad de la conciencia moral y de la acción ética, siendo preclaro el ejemplo de Jesús el de Nazaret, que con su irreverencia cuestionó dogmas, abriendo brechas hacia la verdad e iniciando un camino hacia un propósito de fe. 

El paradigma positivista, materialista capitalista y socialista marxista, imperantes en nuestro mundo contemporáneo, han pretendido deslastrase del mandato de la moral y de la ética, negar el Derecho Natural y los Derechos Humanos en cuanto imperativos del orden natural, incluso desechar la racionalidad en su plena acepción, reduciéndola a simples relaciones lógicas convenientes. Queriendo quitarle así las coordenadas existenciales al ser humano y despojarlo de su motor y sustento espiritual. Porque, cuando los silogismos se hacen absurdos, allí comienza la espiritualidad, siendo que la mayor abstracción y a la vez simpleza de la racionalidad humana, está resumida en Dios; pues en él convergen los valores, principios y reglas que rigen al universo, no medibles ni cuantificables, ciertamente, pero sí vivibles y proyectables por una cualidad sublime nacida de la racionalidad pero que la trasciende: la espiritualidad. 

En fin, si lograre de alguna forma accionar las conciencias hacia la crítica y valoración de nuestras estructuras políticas, sociales, jurídicas y culturales, el objetivo de estas notas quedaría más que satisfecho. 



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EL HUMANISMO ENTRÓPICO (Sinopsis) (Índice)

Tan inmenso es el logro tecnológico, científico y cognoscitivo que ostenta la actual generación humana, que luce minúsculo ante el panorama ...